Por Ángela Marulanda
Fuente: La Revista (Diario El Universo)
Hoy los miembros de la familia a menudo viven “juntos, pero no revueltos”, es decir, bajo un mismo techo, pero poco comparten, poco conversan, y más poco aún disfrutan de su mutua compañía. Como el mundo exterior entra constantemente por todos los medios virtuales hasta los rincones más recónditos de nuestros hogares, ya no hay un espacio ni un momento en el que podamos compartir y conversar tranquilamente los hechos del día con nuestros seres queridos. Hasta esos ratos que antes teníamos para hablar con los hijos mientras íbamos en el carro han sido invadidos por la tecnología moderna, porque la computadora y los videojuegos portátiles, el iPad y los celulares mantienen a cada cual en lo suyo durante todo el camino. Y, como si fuera poco, muchos carros están equipados con televisor y DVD para que durante los viajes largos podamos tener a los niños “tranquilos”, es decir, callados, embobados y aislados.
Es urgente desconectarnos para recuperar los espacios de encuentro familiar. Los necesitamos para dialogar, para conocernos, para ponernos en el lugar del otro y poder comprenderlo; y también para perdonarnos, reconciliarnos y superar las diferencias que nos separan. Es así como enriquecemos las relaciones con nuestros seres más queridos y podemos tejer lazos afectivos sólidos y perdurables.
Preguntémonos:¿sigo conectado aun cuando esté viendo mi deporte favorito, cuando salgo a comer con mis amigos, cuando invito a alguien a tomar un café? Cuando salgo con mi novio ¿sigo conectándome con los demás?- Si la respuesta es SI, debo revisar como está mi capacidad de vinculación con los demás, posiblemente todavía esté a tiempo de cambiar.
Albert Einstein dijo: "Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad"
El no podernos comunicar con los demás con la mirada con los gestos con la sonrisa y un abrazo, nos pueden llevar a una terrible carencia de afectos, que podría ser que nos demos cuenta cuando sea demasiado tarde.