POR: Eleana Endara Borja
Para los Creyentes, Católicos, y Marianos, la explicación es sencilla, María como buena Madre, nos quiere llamar la atención para que volvamos los ojos a Jesús, para que nunca perdamos la esperanza, quiere decirnos “Hijitos míos, no en vano vino mi hijo a este mundo a padecer y morir en la cruz por todos ustedes, y que ha pasado a través de estos 2000 años, muchos le han vuelto la cara, ya no
quieren escucharlo, se han convertido cada uno en su propio dios, hoy después de este desastre ocurrido en la provincia manabita, he quedado de pie, para recordarles que si ustedes se acercan a Mí, yo los conduciré sin ningún problema hacia mi Hijo Jesús”
Y es que María es el puente más corto para llegar a Cristo, con Ella aprendemos todas las virtudes. Ella fue quien nos dio pruebas de lo que es hacer la voluntad del Padre, sin cuestionar dijo desde el comienzo SI en la Anunciación, fue a toda prisa a servir a quien la necesitaba, su prima Isabel, enseñándonos a ser solidarios
con el prójimo. Ella dio a luz en una cueva, como refugiada, sin medicinas, en la más grande pobreza, enseñándonos de esta manera lo que significa solo depender de Dios. Ella se tuvo que cambiar de domicilio porque el lugar donde estaban era peligroso para su hijo, y no dudo en huir a Egipto con su esposo José y Jesús. Ella se preocupó por la falta de vino en Caná de Galilea, dando muestras de lo que significa la ayuda oportuna con el que lo necesita. Ella estuvo de pie junto a la cruz, cuando su Hijo murió, y con inmenso dolor nos enseñó la virtud de la resiliencia, para que aprendamos como hoy a llorar a nuestros muertos del terremoto, con la esperanza de que han pasado a una vida mejor en Dios.
María nos enseña lo que es ser signo de unión entre los hermanos, cuando Ella convocaba a los apóstoles en el Cenáculo para esperar al Espíritu Santo consolador, quien con su llegada les aclararía su entendimiento para comprender por qué pasan estas cosas, los despojaría del miedo, y entenderían la esperanza. Por eso María ha permanecido de pie, intacta en pleno terremoto, como señal de nuestro arraigo divino, y de la trascendencia de nuestra alma.